La luz y el mar que se cree río

La luz de Lisboa me encanta, sobre todo a través de cristales oscuros. Nunca antes había tenido esta necesidad de maldecir si descubro que (otra vez) me he dejado las gafas de sol en casa. Las explicaciones para este exceso de luz lisboeta van desde mi propio envejecimiento e intolerancia al sol, al constante viento, pasando por la escasa altura de los edificios y al efecto global del reflejo de ese río (que es mar).
Porque no es río. Lo he probado y está salado. He preguntado a los pescadores y no hay carpas (sereias tampouco, me hubiera encantado que me dijeran). Y los ferries tardan 5 minutos en cruzar de un lado al otro. Y por las noches, metido en la cama, a veces escucho el bufido de transatlánticos. Por los ríos van barcas, lanchas y las cosas esas con ruedas gigantes que recorren el Mississippi. Y este Tajo no se parece en nada al que rodea Toledo. Ese es verde. Este azul. Una veces pixelado (dijo un amigo), otras aturquesado (dicen los que lo diferencian), otras oscuro de ansiedad por no encontrar playas con las que chocar.

Trabajo al lado del río (mar). Y lo veo desde mi mesa. Bueno, por la ventana de mi despacho se ve otra ventana que deja ver otro despacho por cuya ventana se ve el río. Vamos, que cuando veo agua es a través de tres ventanas y una puerta abierta. Pero se ve. Y, claro, como no es plan de asaltar despachos ajenos, a veces salgo a la calle a verlo de cerca. Y en cuanto piso la calle queriendo ver el mar me sorprendo de la luz. Cada día es diferente, pero siempre es preciosa y excesiva si no llevas gafas de sol. Las explicaciones para su belleza se las dejo a los esquimales, que seguro que tienen palabras para ello. Pero desde ya pienso lo mucho que la voy a echar de menos. Como a la luna de Lisboa el amigo Daniel. Nostalgia antes de irme de aquí. Lo mismo es que todo se contagia.

5 comentarios:

  1. Que gusto da cuando eres consciente de las cotidianidades que te rodean. Esos días en que eres capaz de fijarte en todo. Esos días van más lentos y saben mejor.

    Una pena lo de tu posible inicio de fotosensibilidad. Yo debería tenerla al trabajar en una cueva. Pero por alguna razón, no solo no me molesta en exceso la luz, si no que veo bastante mejor sin ella. ¿Superpoderes? Te los cambio por un lugar de trabajo suficientemente iluminado.

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  2. "sereias tampouco": Me encanta.

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  3. Me acabo de dar cuenta de que merced a mi miopía no puedo llevar otras gafas que no sean las mías graduadas, por lo que no sé cómo son las cosas a través de cristales oscuros.
    ¿Habrá alguna palabra portuguesa para definir esa "pre saudade" que te atenaza el corazón?

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  4. Recuerdo un tiempo en el que se usaban cristales de sol con pinzas encima de las gafas usuales. Era una cosa ochentera, pero efectiva. Por si os sirve de algo. Y no me quejo de la luz, simplemente de mis ojos.

    Es verdad lo del tiempo lento, ya lo decían en "Momo" y sus barreres despacios.

    Hombre Malo, diría que lo que tengo es saudade, que para mí es algo así como estado de prenostalgia (nostalgia sin sentido). Presaudade sería estar bien antes de estar nostálgico sin motivo. Pero vamos, que esa palabra tiene más definiciones que friki.

    Anónimo (mamá?) gracias.

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  5. Como tengo gafas desde muy pequeño, he llevado el artilugio que mencionas, efectivamente, durante los ochenta. Pero por lo que realmente suspiraba era por esas dobles gafas, las de sol encima y las de ver debajo, unidas por una bisagra que llevaba un personaje de una teleserie de negros universitarios. Creo que se llamaba "A different world".

    Los ochenta están muy bien donde están.

    Todos deberíamos seguir a la tortuga Casiopea.

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