Mis cabreos con Lisboa

Lisboa es muy bonita. No hay otra manera de empezar a hablar de ella. Pero es bonita de manera diferente a como lo son Praga, Barcelona, Verona o tantas otras ciudades con las que rara vez te cabreas. Estos tres lugares podrían ser a las ciudades lo que modelos de portada a cualquier revista de moda. Son guapos y guapas, lo saben y lo explotan. La diferencia es que si a Lisboa le pidieran que saliera en portada, estaría despeinada y no sonreiría. Bonita, como no, pero uno no podría evitar eso que nos entra a todos de querer mejorar lo que ya nos gusta como es. Y le pediría que se dejara crecer el pelo y sonriera. Sólo eso. “Así estarías mejor”, diría. Y ella, si le diera por verbalizar y no simplemente meterse en su cuarto, te diría: “No me da la gana, soy así”. Pues así es Lisboa.

Lisboa podría ser más bonita, en un sentido más de postal. Podría peatonalizar más calles o adecentar sus aceras. Podría pintar sus fachadas. Podría gastar cortinas, instalar ascensores, mejorar su transporte público. Pero no lo hace. Porque todas esas cosas ya las hacen otras ciudades más necesitadas de belleza homogénea. Y porque supone un esfuerzo que no está dispuesta a hacer. Es guapa de verdad pero no se diluye entre esa otra masa de ciudades igualmente bellas que sí que se visten de manera favorecedora, y que parpadean dos veces cuando quieren que sepas que les interesa lo que les cuentas. Lisboa nunca lo haría. No está en su naturaleza. Ella simplemente te enseña sus cuestas y te promete un mirador al final de ellas. 
Y a veces, no cumple la promesa
 

El portugués mohíno

Se ha hablado bastante del carácter del portugués en los comentarios de la entrada anterior. Pero nadie ha nombrado la palabra Saudade. Lo mismo se ha hecho a conciencia, igual que en "El Padrino" nunca se dice la palabra "Mafia", pero igual la Saudade ya no es tan conocida. Aunque nada es (o fue) más portugués.  O eso dice mi padre.

"Saudade" ha atravesado fronteras, pero nunca la he oído aplicada a algo que no sea Portugal o sus habitantes. La RAE española la define como: Soledad, nostalgia, añoranza. Y leyéndolo así, diría que el que la definió tenía un día minimalista. Esas dos comas separando tres palabras deberían sustituirse por preposiciones. O conjunciones. Porque no deja de ser muy diferente a lo que dice otro escritor (portugués) de esta misma palabra: «bem que se padeçe y mal de que se gosta» (bien que se padece y mal que se disfruta).

La Saudade tiende a confundirse con la morriña gallega. Pero la morriña tiene algo de depresivo que en la saudade se torna en introspectivo, incluso en resignado. Como si un paciente estuviera curado pero supiera que nunca volverá al estado de ánimo previo a la depresión. Aunque en ambos casos (morriña y saudade) hay algo de masoquismo. De quejarse de una cosa y lo contrario. De estar siempre de paso.
Saudade define bien a esta sociedad. O al menos la sociedad de esta ciudad. Nostálgica de lo que ya tiene y puede tocar; solitaria (incluso en la multitud) y esencialmente resignada. Mohína, diría. 
Lo que no he descubierto son los motivos.

Falsos amigos

El español medio que lampa por Lisboa es un prepotente idiomático. Rara vez se preocupa demasiado por hablar bien portugués, para qué nos vamos a engañar. Puede que se preocupe por entenderlo, pero hablarlo es algo que parece que tiene que preocupar más a los portugueses. "Saramago hablaba muy mal español y se pasó media vida en Lanzarote, pues lo mismo yo con el portugués. Además, ellos me entiende si hablo despacio".


Así que, ya que mucha gente se limita a hablar en castellano, habrá que conocer las palabras que en portugués no significan lo que en castellano. Si nos preguntan qué tal está un vino, es mejor no decir "Bodega exquisita". Ahí van unas pocas. En cursiva en portugués, sin ella lo que significan en castellano:

Bazofia: Vanidad
Bodega: Porquería
Espantoso: Maravilloso
Exquisito: Raro
Polvo: Pulpo
Trampa: Excremento

Y aquí va un listado más exhaustivo.

Amores imposibles I: Sobre el Tajo

De arriba a abajo, puente Vasco de Gama y espigón junto al acuario. Aquí este viernes es fiesta.




Portugal somos nós

El viernes estuve en la concentración que había frente al palacio presidencial. El gobierno estaba reunido para proponer nuevos recortes. La gente intentaba pararlos.
Mi estancia aquí está coincidiendo con un cierto despertar portugués. Tres años después de que Europa "los rescatara", están saliendo a la calle. El sentir es que "el rescate" consistió en lanzarles un flotador de plomo. La novedad es que hasta hace poco parecían resignados a su destino.
Comparadas con las españolas, en esta concentración se insultaba menos y se cantaba más (himno portugués incluido). Había poca gente, aunque con menos latas de cerveza en la mano (aquí no hay casi chinos, por cierto). La frase más leída era "Catas.troika". Y lo más coreado "O Pueblo unido jamais...".
De lo que ví, me quedo con lo que dejo aquí abajo. Los reporteros de los diferentes medios de comunicación estaban retransmitiendo desde allí en directo. Y la chica de la foto estaba empeñada en que su cartel saliera en plano. Pero ni el cámara ni el locutor estaban por la labor. No habían ido allí para que el fondo humano quedara tapado por un cartel negro. La chica se dio cuenta y sin conflicto alguno, se movió. En vez de quedar frente a la cámara, se puso junto a ella, mirando al reportero. Sonriendo con toda la cara. Como si esperara que en algún momento éste leyera lo que ponía en el cartel.

La reunión acabó y el primer ministro portugués dio marcha atrás en algunas de las medidas que iba a tomar. Lo mismo el locutor, por una vez, leyó el guión que debía.

Lo que sostiene (a) Pereira

García Márquez dijo que escribir un libro consistía en escribir la primera página y luego las doscientas que venían detrás. Que lo duro era la primera página, en la que se da el tono. Lo demás es dejarse llevar.
"Sostiene Pereira", no requiere de una primera página. Le basta con el título. Está escrito por un narrador que nos traslada aquellas cosas que Pereira, el protagonista, sostiene sobre una historia que le sucedió en  Lisboa, en 1938. Nos cuente lo que nos cuente (1), lo sostiene Pereira. Y así, sin recurrir a la primera persona, sostiene que te sostiene, uno se siente muy cerca a un personaje que claramente cuenta solo aquello que quiere contar (2). Porque se lo cuenta a alguien que no es el lector. Lo escribió el italiano Tabucchi. Pero creo que sus años viviendo en Lisboa le hicieron escoger esta afortunadísima fórmula para que Pereira (periodista portugués) nos llegara oliendo a Fado y Saudade: Educadísimo, reservadísimo, distanciadísimo y melancólico (3) hasta las trancas.

A pesar de que este libro tuvo una buena adaptación al cine con Marcello Mastroianni interpretando a Pereira, este actor (que me encanta) no se ha apoderado de la cara del personaje del libro. Veo a muchos Pereiras por Lisboa. Sentados en el tren, tomando café o escondidos en la esquina de una foto. Viejitos, pero no demasiado, gordos, pero no demasiado, viudos, pero no demasiado. Y me los imagino sosteniendo opiniones en silencio a punto de entrar en acción. Simplemente por estar en Lisboa.




(1) Inicio: "Sostiene Pereira que le conoció un día de verano". 
(2) "Pereira prefiere no decir cómo continuaba porque su sueño no tiene nada que ver con esta historia, sostiene".
(3): "Y aunque pensó en todo aquello no se sintió tranquilo. Sintió en cambio una gran nostalgia, no sabría decir de qué, pero era una gran nostalgia de una vida pasada y una vida futura, sostiene Pereira"